Julio en Igartubeiti

03/07/2019
Julio, "uztaila" en euskera significa el mes de la cosecha. También se conoce como “garila” o garagarrila” es decir el mes del trigo o el mes de la cebada. En la huerta, empezaremos a recoger las primeras cosechas a partir de mediados de julio. Así dice el refrán: “uztailean igitaia eskuan”, es decir, en julio con la hoz en la mano.

LA HUERTA

A principios de este mes, podemos continuar plantando, por ejemplo, el calabacin o los pimientos, pero tendremos que tener en cuenta que la cosecha se retrasará. Y al mismo tiempo procuraremos regar la huerta o bien durante las primeras horas de la mañana o en las últimas de la tarde. 

Es la época de recoger la patata y la cebolla. Sin embargo, el trigo y la cebada son las protagonistas entre las cosechas de julio. Si echamos un vistazo al entorno, en las tierras de la vertiente mediterránea del País Vasco, veremos que los campos tienen un color amarillo intenso, señal de que el trigo y la cebada están a la espera para su recogida. A principios de mes, con la hoz en la mano, se segaba todo el trigal, se secaba y  se llevaba la cosecha a la era para ser trillada. Hoy en día, teniendo en cuenta la lógica del mercado global, el modo de trabajo ligado a esta lógica y las condiciones de la gente del campo, es imprescindible la ayuda de la maquinaría para poder recoger la cosecha. Pero hasta la mitad del siglo pasado, entre los campos de trigo y cebada se podrían observar a los/as jornaleros/as cortando la cosecha con su hoz. Las canciones, cuentos u otro tipo de referencias son representaciones simbólicas que nos narran aquellas realidades campesinas. O los molinos que se pueden observar hoy en día en las riveras de los ríos que en su día trabajaron sin cesar para abastecer a los terratenientes y después a los labradores,  son también parte de ese paisaje cultural.

Durante este mes, también podemos mencionar otra cosecha, desconocida pero que está muy presente en igartubeiti. A lo largo de la historia, ha tenido mucha importancia entre las mujeres del entorno rural y también de cara a la comercialización, y hoy en día sigue teniendo una carga simbólica muy particular: es el lino.

El lino en la huerta de Igartubeiti

El lino, o “lihoa” / “liñua” en euskera, es una planta que llegó al País Vasco desde el entorno del Cáucaso. Aunque no se sabe de manera exacta cuando entró su cultivo más o menos lo podemos situarlo con la llegada del neolítico a nuestras tierras. El cultivo del lino ha sido muy importante en la historia de la humanidad, y tiene su historia particular en los caseríos del País Vasco. El lino es una planta que se ha utilizado en  la fabricación de lienzos, y todavía hoy se pueden encontrar vestigios de este patrimonio en la memoria de nuestro paisaje cultural.

Pero esta planta suponía muchos esfuerzos para lo/as baserritarras, y en concreto para la mujer, pues prácticamente el proceso completo del lino era su responsabilidad. En primer lugar había que preparar la tierra: arar y añadir abundante abono orgánico, y después sembrar las semillas de lino. La época de la siembra es a finales de verano y comienzos de otoño, concretamente se elegía el día 23 de septiembre, San Lino. Pero también se puede sembrar en primavera, en marzo. La que se siembra en septiembre se podrá recoger en junio, y la que se siembra en marzo a finales de julio y principios de agosto.

En primavera, a partir de mayo el lino aparece con todo su esplendor, ya que con los primeros días de sol empieza a florecer con sus flores de tonalidad azul. La flor del lino, aunque es pequeñita, se abre con los primeros rayos de sol y al atardecer se cierra otra vez, y así durante unas semanas hasta que pierde su flor.

El lino madura a partir de junio y julio, y coge una tonalidad amarilla  parecida a la del trigo. Pero a diferencia del trigo, el lino no se recoge con la hoz, sino que era una labor que se hacía directamente con las manos, sacando la planta con sus raíces. Se sacude para quitar los restos de tierra y se extendía en el campo, para  que la lluvia limpiase y ablandase la planta. Luego se hacían manojos de lino y se ataban con un cordón. 10 manojos de lino constituían una “bala de lino” o en euskera “azao bat”. Y a su vez, 10 “balas de lino” constituían una carga de lino, era el modo de medir la cantidad de lino. Una vez recogido todo el lino, su parcela de campo se utilizaba para sembrar el maíz.  En Igartubeiti hemos recogido una parte del cultivo del lino y los hemos dejado a secar en el granero del caserío.

El lino en el granero de Igartubeiti

Y el trabajo no ha hecho más que comenzar. Después de dejar que se secase durante unas semanas en el granero, para después obtener las semillas (la linaza) y sembrarlas. Para separar la linaza de la planta, se utilizaba la garrama o karama, un peine con sus dientes u hojas de madera o hierro. También se hacía a mano.

Pero el trabajo más laborioso que se hacía durante el otoño e invierno: sacar el hilo de la planta y fabricar lienzos. Para eso, primero se llevaban todos los matojos de lino al río, o en concreto a los pozos de lino (liñaputzuak), para ponerlos a remojo en agua fría. Hoy en día alrededor de los ríos podremos encontrar sitios con nombre de “liñoputzuak”. Pero estos pozos,  mejor dicho, esta actividad tenía su repercusión en el entorno, ya que a la que la piel de la planta se iba pudriendo vertiendo un líquido contaminante que parecía tinta. Es por eso que se van creando pozos concretos para llevar a cabo esta actividad. Se dejaba el lino a remojo por lo menos durante 8 días, y si los tallos del lino eran duros y estaban verdes hasta 20 días. Después había que extenderlas en el campo para secarlas y para separar la piel podrida de la planta.

Después del segundo secado, se ataban las plantas en manojos y se colocaban encima de la “liharria” o base de piedra para majar el tallo del lino. Era una tarea ardua, por lo que se hacía entre tres personas a la vez llevando ritmos cíclicos concretos denominado “hiruk soinu lana” (trabajo de tres sonidos). Esta tarea se denominaba “liñojotzea” (majar el lino).  A continuación, se utilizaba una herramienta de madera que se llamaba tranga o garba, que tenía una función de tijera para golpear mejor y más rápido el tallo del lino, es decir lo que sería el agramado, para majar mejor el tallo y dejarlo más fino. Este proceso separaba la hebra de lo sobrante del lino y se llevaba a cabo desde el atardecer hasta la medianoche, y una vez acabado el trabajo celebraban la “sorgin-afaria” (cena de brujas) o “liño-afaria” (cena del lino). A pesar de adelantar los trabajos, todavía quedaba mucho hasta lograr los lienzos deseados. Por ejemplo había que cardar (txarrantxatu) la hebra en la txarrantxa (un gran peine de dientes de hierro)  para limpiarlo del todo y poder hilar mejor. Se distinguían tres tipos de hebra o material para hacer el hilo según su calidad: 1-Amukoa (la más larga y fina), 2- miloa ( los restos que se quedan en las esquinas de la txarrantxa), y 3-mukarra (los restos que se quedan en el suelo, de peor calidad).

De este modo, con el material preparado para hacer el hilo, empezaban a hilar (iruten). Para ello se utilizaba la “gorua” o la rueca y la “ardatza” o el huso. La rueca es una vara de madera, en uno de cuyos extremos se sujeta el lino que va ha ser hilado. La rueca se sujeta con el brazo izquierdo y con la derecha el huso. El huso tenía un agujero por el cual se pasaba el lino y se hacía girar consiguiendo enredar las hebras convirtiendo en hilo. Para que el hilo se enredase mejor lo mojaban con saliva, y para ello siempre tenían a mano una cesta de manzanas. Una vez conseguido el hilo se hacían madejas (matazak), para su cocido posterior. Una vez que se secase ya se podía trabajar en el telar. Para realizar este trabajo, las mujeres se reunían en los caseríos por la noche.

Herramientas para trabajar el lino

Para terminar con el lino, además de ser un trabajo manual increíblemente laborioso, este proceso del lino hay que enmarcarlo en un contexto o realidad histórica, cultural y económica en la que se tejió, desde la Edad Media hasta bien entrados en en siglo XX. También fue una de las actividades clave en el entorno rural del País Vasco, siendo la mujer su referente central, formando parte de un contexto más global, entrelazando esas relaciones de lo global y lo local, como las relaciones y trifulcas con Portugal, las sublevaciones de la mujeres baserritarras por la mala calidad de la linaza, el deber de preparar el ajuar, o la “beatilla” que era la estrella de los lienzos en los  mercados de Castilla.

EL ENTORNO 

Una vez inaugurado el mes de julio, nuestro entorno acogerá pequeñas transformaciones, por la propias características ecológicas de este mes y por las labores que se llevan a cabo. 

La más fácil de visualizar será el cambio que podremos observar en los prados y los pastos de ganado. Los prados, de tener un color verde húmedo pasarán a tener una tonalidad amarilla como los campos de trigo, producida por el calor de verano, y además ya no habrá grandes yerbales en los prados, ya que estamos en la época de cortar la hierba para hacer fardos o para secarla como alimento de invierno para el ganado. Es un trabajo que hay que hacer a pleno sol, esparciendo el aroma de la hierba recién cortada a los alrededores.

En verano, se suele decir que lo mejor del sol es la sombra, y para eso nuestros bosques nos ofrecen una buena opción. Además de la sombra y el fresco, también podremos descubrir diferentes plantas o flores. Por ejemplo, es en julio cuando florece la flor del castaño que es bastante grande y de un olor muy fuerte. De estas flores en otoño brotarán las castañas. Pero además si nos fijamos en el entorno, podremos encontrar una flor muy vistosa y sorprendente: la flor de la pasión (Passiflora caerulea), o también conocida como la pasionaria. Tiene este nombre por la forma de su flor, ya que por un lado la flor tiene forma de una corona de espinos y en su interior tiene una especie de cruz. Y por eso su nombre, porque recuerda a “La Pasión de Cristo”.

 

La flor de la Pasión y la flor del castaño.