Junio en Igartubeiti

03/06/2018
“Ekaina eguzki gaina” dice el refrán, estamos a las puertas del verano. El 23 de junio el sol llegará a su punto más alto. Las plantas aprovechan ya las horas de luz, mientras que las azadas siguen trabajando la tierra. El ganado pasta libremente en los altos y se expande el aroma a la hierba recién cortada. Comenzamos a gozar de los atardeceres calurosos. Disfrutaremos del solsticio de verano, de la noche mágica de San Juan. El entorno, reaparecerá con nuevas energías.

LA HUERTA

Los días de junio son idóneos para la huerta. Realizadas las plantaciones, las plantas aprovecharán los días de mucha luz para asentarse bien en la tierra y florecer.

Las hierbas aromáticas en flor

Para darle un poco de gracia a la huerta, plantaremos el pimiento, un producto muy conocido y muy estimado. De origen americano, existen muchas variedades: piquillo, Morrón, Gernika, Ezpeleta, Ibarra…

Necesita una tierra con mucho abono orgánico que esté bien seca, a la que se le puede añadir cenizas. Es conveniente que le dé el sol y regar abundantemente. Si por la noche, la temperatura baja de los 15C, puede que se irrumpa la floración.

Es el momento de plantar el pimiento en pequeños agujeros dejando 40 cm de distancia tanto de planta a planta como entre las hileras. A medida que vaya creciendo es importante escardar la tierra y regar las raíces de la planta.

A principios de julio recogeremos los primeros pimientos con tijeras. No hay que esperar hasta que estén maduros, conviene hacerlo cuando todavía están un poco blandos. Cuando enfríe el tiempo, la planta irá perdiendo su flor. Es conveniente sacar la planta del suelo con sus raíces y colgarla, para que los pimientos crezcan en la misma planta. También podemos atar algunos pimientos con una pequeña cuerda y colgarlas en la cocina, en la puerta o en algún rincón para que se sequen y molerlos después.

Plantación de pimientos de Igartubeiti

Para cuidar nuestra huerta con mucho cariño y atención, podemos utilizar una planta muy conocida y muy abundante en nuestro entorno: la ortiga. Abunda en los lugares donde pastan los animales, o donde frecuentan las personas, por los restos de nitrógeno que dejamos.

En la huerta se utiliza la ortiga en forma de caldo: recogemos 10 litros de agua de lluvia en un recipiente que no sea de metal. Añadimos 1 kg de ortiga y dejamos 12 días a remojo. Debemos mover el agua con fuerza todos los días. En el momento de utilizarlo, a un litro de caldo de ortiga añadiremos 9 litros de agua. Así ahuyentaremos diferentes insectos y orugas que nos pueden generar problemas (el pulgón por ejemplo) y a su vez, regeneramos las plantas afectadas por las plagas. Para cualquier plantación conviene regar las raíces de la planta con el caldo de la ortiga, para que se enraizen mejor a la tierra ya que la ortiga les proporciona energía y nutrientes (potasio) en su primera etapa de crecimiento. En el regadío podemos utilizar también un poco de caldo de ortiga. Para ahuyentar a los topos del huerto y los yerbales, introducimos un poco de ortiga en los agujeros.

La ortiga también se ha usado como planta medicinal en el entorno rural: activa la circulación aumentando la cantidad de los glóbulos rojos. En infusión baja el nivel de azúcar que hay en la sangre (se dice que hay que beber al día un litro de infusión de ortiga). También se pueden cocinar, con acelgas e incluso en tortilla.

ENTORNO

A medida que se acerca el verano, recolectaremos las primeras frutas como la cereza, el fruto del cerezo. Un árbol muy hermoso, elegante y sólido, vestido con hojas anchas y verdes. Se encuentra en todo el País Vasco salvo en la alta montaña. A pesar de que se adapta bien a diferentes terrenos, abunda más en laderas, valles cercanos a los ríos, así como en los caseríos, que se utilizaba como cercado natural. Su madera se emplea en carpintería y la flor del cerezo es muy estimada entre las abejas.

El cerezo mirando a Igartubeiti

Este mes guarda cierto misterio, el 23 de junio celebramos la víspera de San Juan, el solsticio de verano. Los elementos naturales del entorno adquieren poderes o atributos mágicos. Afinemos nuestros sentidos, los bosques, montañas y ríos adoptan un carácter casi sagrado.

Las comunidades rurales del País Vasco celebraban diferentes rituales y fiestas. En estas celebraciones, se utilizaban árboles, plantas, flores y otros elementos.

Durante esta noche de solsticio se enciende el fuego en el espacio público, en la plaza del pueblo, del barrio… en un contexto de fiesta, dando la bienvenida al verano, reflejando el ciclo del sol, que llega a su punto más alto. Es el día más largo y la noche más corta del año. De ahí, el nombre “ekaina” (junio) que procede de “eki-gaiña”, es decir de “eguzki gaiña” (el punto más alto del sol). Se venera el fuego, la luz y el calor. El fuego conserva una identidad sagrada, que hace referencia al bien, mediante la luz. Este fuego, u hoguera se denomina de San Juan, se talaba un árbol concreto, “San Juan tantaia”, que podría ser fresno, chopo, haya, abedul, aliso… Y las cenizas se recogían para esparcir en el campo para bendecir y proteger.

El fresno también es un árbol sagrado. El día del solsticio de verano, se coloca una rama de fresno en la puerta del caserío para protegerlo de los rayos y de los incendios. Se guarda la rama del año anterior para quemarla en la hoguera de San Juan o se quemaba junto al ramo de laurel bendecido, esparciendo el humo por toda la casa.

El fresno delante de Igartubeiti

El agua es otro elemento mágico de purificación para los rituales del solsticio de verano. Muchos pastores llevaban al rebaño a las fuentes de agua para protegerlos de las enfermedades. Las flores que se recogen ese día, por ejemplo la flor de san juan, se bendecían con el agua de ese día. Los/as recién nacidos/as y las embarazadas se bañaban en los ríos o se limpiaban en las fuentes.