IGARTUBEITI EN DICIEMBRE

02/12/2018
Así dice el refrán, “abendua gau huts eta jai huts”, en diciembre las noches son las más largas y los días más cortos del año. A partir del día 21 de diciembre, con el solsticio de invierno, entraremos de lleno en invierno, en una época de mucha magia e identidad, con el simbolismo de la luz y el fuego. Por un lado, para calentar nuestras casas y caseríos, debemos tener leña. Y al mismo tiempo con el invierno, poco a poco la tierra se va enfriando, es el momento de atender los cuidados de la tierra.

LA HUERTA

Diciembre traerá frío: heladas, nieve… No es para preocuparse. Después de estar activa todo el año, la tierra debe descansar y el frío le será de ayuda. Con el frío se para la actividad de las plantas y tanto la tierra como las plantas podrán descansar.

Sin embargo, hay que continuar cuidando la tierra, para la  primavera. 

La tierra, preparada para echar cal

El abono es aquel fertilizante que añadimos a la tierra para mejorar los alimentos de la tierra, no alimenta directamente la planta. En primer lugar, alimentamos la tierra, que es un ser vivo, y a continuación la tierra alimenta a la planta. Así, la planta se abastecerá de alimentos en forma de minerales (nitrógeno, fósforo, calcio…). El nitrógeno es muy importante, con este mineral la planta producirá los sustentos básicos para poder vivir. El fósforo ayuda en hacer la fotosíntesis y el calcio en tener buenas y sanas raíces. Y por otro lado, hay que ver como está el estado químico de la tierra, es decir el ph (para saber cómo fertilizar y que planta plantar…). El ph neutro sería de 7. Más alto sería lo que se llama tierra básica, y del 7 para abajo sería una tierra ácida.   El abono de la tierra se realiza para equilibrar y alimentar la tierra. Tenemos diferentes tipos de abono:

Abono mineral natural:

Es un tipo de abono que extraemos de la tierra, cuya parte más importante es el calcio, la más conocida es la cal. En la parte atlántica del País Vasco hay mucha costumbre de utilizar este tipo de abono. La tierra es muy arcillosa, y a pesar de que sea muy rica, se encharca muy rápido y dificulta que la tierra se airee o se oxigene. De esa manera se crean nudos y las plantas no pueden acceder a los minerales que hay en la tierra. Utilizaremos este abono mineral para liberar esos nudos haciendo que la tierra se airee, y lograremos que las plantas se alimenten de los minerales necesarios. A la hora de echar cal, si la tierra lleva tiempo sin que se le haya echado abono mineral, esparciremos 150 g por metro cuadrado. Sino 50 g por metro cuadrado, dos veces al año. La cal absorberá el excedente de agua que tiene la tierra, por eso no conviene pasarse...Tenemos muchas maneras de utilizar abono mineral: en forma de cal,  cenizas, algas…). En los entornos de los caseríos, en los bosques y montañas se conservan antiguos hornos o “karobi labeak”, de donde obtenían cal para diferentes usos.

Abono orgánico natural:

Este tipo de abono se encuentra en el mismo ciclo natural, sin necesidad de que haya una intervención humana. Es decir se crea a partir de desechos o restos orgánicos de elementos vivos: restos de las plantas, ramas, restos de comida, hierba, madera, estiércol… Al descomponerse fertilizan la tierra liberando minerales que aprovechan las plantas. En el proceso de descomposición actúan miles de microorganismos vivos: lombrices, hongos, bacterias… De manera que tenemos muchas opciones de obtener abono orgánico: estiércol de ganado, hojarasca y desechos de la huerta, compost hecho con los restos de comida… En los caseríos, fundamentalmente se ha utilizado estiércol de ganado como abono orgánico. En la cuadra como cama para el ganado se utilizaba el helecho o las hojas de maíz. Esto se mezclaba con los desechos del ganado y se formaba el estiércol, una vez secado. El helecho al ser abundante en magnesio era muy bueno como abono.

Hoy en día, es una tarea difícil obtener estiércol de ganado como abono orgánico, pero tenemos otras opciones, por ejemplo el compost. Obtenemos a base de restos  de alimentos y desechos de la huerta, que vamos acumulando en un rincón de la huerta. U otra opción es el abono verde. Se trata de incorporar la planta que hemos sembrado a la tierra como abono en verde. Si no vamos a plantar nada en algún trozo de la huerta, sembraremos algún tipo de planta en ella, y cuando esté en el momento de la floración cortamos y mezclamos con la tierra. De este modo, logramos que no crezca la “mala hierba” y que los alimentos de la tierra sean aprovechados por una cosecha concreta. Y al cortar, todo esos alimentos otra vez los devolvemos a la tierra transformándose  en materia orgánica. Podemos utilizar diferentes tipos de plantas (avena, habas, guisantes…).

En resumen: si entendemos que la tierra es un ser vivo, tal y como cuidamos nuestra salud haremos lo mismo con la tierra. Estamos en una buena época para llevar a cabo el abonado de la tierra. Con abono orgánico natural abastecemos la tierra con minerales. Y con el abono mineral natural conseguimos que el agua no se estanque de manera que se oxigenará mejor y los microorganismos trabajarán mejor en descomponer toda esa materia orgánica, que luego aprovecharán las plantas.

Compost de Igartubeiti

EL ENTORNO

En diciembre el sol baja hasta su punto más bajo, para terminar el ciclo y comenzar el nuevo. En la vida campesina este proceso era visto como la renovación del sol, es decir, empezar otra vez el ciclo la luz se renueva. De ahí que el día de navidad se diga “eguberri on”, es decir egun-berri-on (nuevo día). Y en los caseríos, se renovaba el fuego de la casa. Y este hecho, nos lleva al bosque. Ese lugar que guarda muchas historias e incluso misterios. Para encender o renovar el fuego del caserío hace falta leña, y en concreto para la noche de navidad se escogía un tronco especial denominado subila

Es el momento de la tala para leña o para madera, y si se hace en menguante mejor. Conseguiremos que la leña y la madera estén más secos, porque la sabía del árbol estará en las raíces y no en el tronco.Su llama será muy fuerte, pero durará más. Y al mismo tiempo es época de plantar árboles que pierden la hoja. Conviene no hacer la plantación en días de mucho frío y hielo.

Pero el bosque, a lo largo de la historia no se ha limitado solamente a la tala de los árboles. Podemos decir que el bosque abarca en sí mismo todo un hecho social, cultural y económico. Desde hace miles de años no hay un bosque puramente natural, sino un bosque humanizado.

Como se ha comentado, el bosque, concretamente en la parte atlántica del País Vasco, ha supuesto una economía total. Es decir, en el bosque participan diferentes agentes  o grupos sociales. Los/las baserritarras, pastores y ganaderos, carboneros, ferrerías, la industria naval… Históricamente ha existido toda una lógica y racionalización en la gestión del bosque, teniendo en cuenta diversos intereses. La mayoría de esos bosques eran comunales, que estaban bajo la jurisdicción de cada villa. Algunos eran bosques francos que en un principio eran de uso libre, que estaban dirigido a los/as baserritarras, para abastecerse de leña, helecho, hojarasca, frutos...Por otro lado estaban los comunales denominados “propios”. Eran propiedad del ayuntamiento y había que pagar un “canon” para hacer uso de los mismos. Había también parzonerias pertenecientes a diferentes villas (como el caso de Aralar).  Y por otro lado estaban los bosques de propiedad de la corona o de los grandes propietarios como los nobles, los monasterios etc.

El bosque, que hoy se entiende como tiempo de ocio, descanso o actividad de tiempo libre, a lo largo de la historia ha sido escenario de muchos conflictos (y hoy en día en cierta manera sigue así). Por un lado estaban los/as baserritarras, que querían acceder al bosque para obtener los medios necesarios para el sustento del caserío (leña, helecho, castañas, para labrar la tierra…). Por otro lado estaban los pastores y ganaderos que talaban bosques para convertirlos en prados de pasto para el ganado. A la vez, había riesgo de que el ganado comiese las plantas jóvenes que diferentes propietarios y villas habían plantado con diferentes objetivos. Y por otro lado estaban diferentes agentes como las ferrerías, los nobles, la industria naval… que querían el bosque para obtener leña o carbón vegetal o para la industria maderera, para obtener beneficios económicos. Por ejemplo, tenemos un personaje peculiar y de mucha historia que ha trabajado durante siglos en nuestros bosques, el carbonero (ikazkiña), que para esta época ya tendría la txondorra (carbonera) preparada, en especial para las ferrerías. Estos usos e intereses del bosque crearon muchos conflictos en los siglos XVI, XVIII y XVIII, que se pueden encontrar en formas de pleito en los archivos municipales.

Estos conflictos hicieron  poner en marcha a partir de mediados del siglo XVI una gestión del bosque común y estructurado, de la cual surgió la silvicultura moderna. Podemos observar restos de esa política forestal en nuestros bosques en forma de un tipo concreto de árbol: haya trasmocha. Para adecuar el bosque a los diversos intereses y usos que se hacían en ella, las juntas generales ordenaron utilizar la técnica del desmoche. De esta manera, en lugar de talar el árbol entero para leña y carbón para las ferrerías, y dejar crecer los nuevos brotes que muchas veces terminaban siendo alimento del ganado, desmochaban el árbol. Es decir se cortaban las ramas a una cierta altura, y de esta manera sin talar todo el tronco, las ramas volvían a crecer a esa altura del tronco, y era compatible tanto para obtener piezas grandes para la construcción de navíos, para carbón… y también el ganado podía pastar en esos bosques ya que no había riesgo de que comiese las pequeñas plantas de árboles.

  

Área de descanso de Igartubeiti rodeado de hayas y robles.

De modo que, a partir de esa necesidad de gestionar el bosque surgió el bosque que hoy conocemos, todavía en algunos casos en forma de haya trasmocha, legado de aquellos y aquellas que un día habitaron nuestros bosques. Si vais a por leña para este invierno ya sabéis cómo talar, y si no preguntarle al Olentzero, que andará por ahí...