Junio en Igartubeiti

04/06/2019
Así dice el refrán en junio: “Ekaina, Eguzki-gaina”. Es el mes con más horas de luz, durante este mes culmina el ciclo del sol que comenzó el día 21 de diciembre. Es decir, el solsticio de verano. Según las creencias del entorno rural, durante este mes los elementos de la naturaleza se dotan de ciertos “poderes mágicos” en la que la naturaleza revive año tras año.

LA HUERTA

Las labores que hagamos en junio serán imprescindibles para que nuestras huertas estén con buena salud durante el verano, ya que a partir de mayo, y ahora en junio con la ayuda del sol, es el momento de las plantaciones para verano y otoño. Podemos plantar lechugas, pimientos, calabacin y judías verdes, que se ha adaptado muy bien a  este entorno.

Las judías, que en el País Vasco también se conocen como “vainas”, son de la misma familia que las alubias. Se comenzó a cultivar hacia el año 5000 a.c. Su origen no está claro, algunos dicen que proviene de América y otros de Asia. Pero lo que se puede decir con certeza es que esta planta llegó al País Vasco a raíz de las expediciones y la conquista de América. Aunque se ve que arraigó bien, su consumo no se socializó del todo hasta el siglo XIX. Hoy en día es una planta que está muy bien adaptada a este entorno, siendo uno de los principales cultivos de verano en las huertas.

Judías en la huerta de Igartubeiti

Tenemos judías de diferentes formas y colores, con flores blancas, rojas... O algunas son más largas y otras más planas. Pero podemos distinguir dos variedades o grupos generales: Por un lado tenemos la judía que llega a coger mucha altura, puede llegar hasta los 3 metros. Por eso para que la planta no se doble ni se caiga se coloca una estructura de madera para que vaya enredándose en ellas. Y la otra es de media altura. Esta última no crece tan alta y se sujeta a sí misma.

A la hora de plantar o sembrar la judía, hay que tener en cuenta una de las características de esta planta que es crucial: el nitrógeno. Las judías, como las demás leguminosas, tienen unas bacterias en sus raíces que lo que hacen es coger el nitrógeno que se encuentra en el aire y lo dejan en la tierra. Por lo tanto, a la hora de preparar la tierra para las judías no conviene echar mucho abono orgánico de origen animal. Siguiendo con las características de la tierra, se recomienda echar cal. Aunque la planta necesita agua, no conviene que la tierra tenga mucha humedad, y la cal ayudará a que el agua circule y no se estanque. Al mismo tiempo procuraremos poner las judías al sol.

La mejor época para su su siembra son los meses de marzo y abril. A partir de mayo y en junio se planta. En primer lugar realizaremos unas filas o zanjas. La judía crece mucho, por lo tanto, de una hilera a otra dejaremos un hueco de 70 cm y una distancia de 50 cm entre las plantas. A la vez que plantamos colocaremos unos palos largos de madera para que se vayan enredando entre ellas en la dirección contraria a las agujas del reloj. Al principio hay que tener mucho cuidado con los caracoles y la babosa. Y después, hay que fijarse en sus hojas para ver si tiene pulgón o no. En el caso de que lo tenga, le podemos echar en las hojas una mezcla de agua, jabón y tabaco.

La judía enroscándose en la vara de avellano

En cuanto a la cosecha, a partir de julio podremos empezar a recoger las judías o las vainas hasta el otoño. Hay que recoger antes que el fruto se haga grande, pues de esta manera a la vez que recogemos empezará a dar más frutos.

EL ENTORNO

El entorno sigue trabajando sin pausas. Aprovechando la actividad de la savia en mayo y junio, podremos observar una variedad de frutas y saborear alguna de ellas.

Por ejemplo ya han aparecido las primeras manzanas. Si vemos que en un árbol hay muchas unidades, no vendrá mal un aclareo. Así conseguiremos que el árbol no gaste más energía de la debida, para que se recupere mejor para la cosecha del año siguiente. Es temprano aún para recoger manzanas, aunque a finales de junio podremos recolectar alguna variedad como la “San Juan Sagarra”. Estas manzanas también se conocen como “goiz-sagarrak”, las manzanas que se adelantan.

Primeras manzanas de Igartubeiti

Junto a la manzana, tenemos la oportunidad y el placer de disfrutar de la cereza. esta fruta de un color rojo intenso que le da una textura particular al paisaje y además agrada nuestros paladares. Es común encontrar cerezos alrededor de los caseríos ya que además de su fruta, se planta para aprovecharlo como cercado natural. Se adapta a todo tipo de tierras pero lo que más le gusta son sitios más húmedos y valles hondos. Si queremos comer cerezas, primero tendremos que injertar la planta. Sino es una planta salvaje, que da frutos pero son más pequeños y muy ácidos. Además viene bien para la polinización y su madera se utiliza para muebles.

Pero los secretos de junio no terminan aquí. Durante este mes le damos la bienvenida al verano celebrando el solsticio o la noche de San Juan. El término  solsticio proviene del latín “sol” y “sistere” (permanecer quieto), y es en junio cuando el sol alcanza su máxima altura. De modo que la luz y el fuego, como en otras épocas del año, tienen especial importancia y simbolismo. Para celebrar que se completa el ciclo de sol, la costumbre es encender la hoguera de San Juan. El fuego, tanto la de la casa como la de la hoguera de San Juan, era la representación del sol, que se entendía como un ser vivo, y de ahí las frases en euskera como “sua bizirik dago” “el fuego está vivo” o “sua hilda dago”/ el fuego está muerto”. También existía la costumbre de saludar al sol a la mañana y despedir a la noche con canciones y dichos.

Cerezas de Igartubeiti

De modo que el cambio de ciclo del sol,  desde muy antiguo ha causado fascinación y cierto misterio entre diferentes culturas y civilizaciones. En nuestro caso está la creencia de que durante el solsticio el entorno se dota de una aura mágica. Es por eso, que durante estos días los elementos de la naturaleza se ven de otra forma, desde el punto de vista ritual y simbólico.

Todas estas creencias y ritos los tenemos que ver y entender dentro de un contexto cultural y económico determinado. Es decir, dentro de una comunidad que ha vivido en relación directa con su entorno. En este sentido, el solsticio de verano se puede entender como un momento de cambio en el tiempo del entorno y el caserío, se termina un ciclo de sol y empieza otro (hasta el 21 de diciembre), por lo que se puede entender como un rito de paso. En este cambio, los elementos de la naturaleza son los que adquieren el poder de limpiar y proteger el caserío, la familia, el ganado… durante el siguiente ciclo.

Uno de esos rituales, relacionado con las plantas, es la del fresno. Durante el día del solsticio de verano se coloca una rama de fresno en las puertas de las casas. En algunos sitios también se colocan ramas de roble o de espino. También durante este día se recogían los cardos silvestres o “Eguzkiloreak” y se colocaban en las puertas de los caseríos para que protegiese la casa. Tambíen durante este día se recolectan las plantas medicinales para hacer ungüentos, por ejemplo “la sanjuanera”.

 Eguzkilore en la puerta del caserío Igartubeiti

Además de las plantas, el agua también es otro elemento de mucha importancia, sobre todo relacionado con cuestiones de higiene, pureza, y limpieza. Había costumbre de acudir a las fuentes, nacederos o a ríos para limpiar y purificar el cuerpo y el alma aprovechando las propiedades mágicas que tenía el agua ese día. O incluso se paseaba descalzo entre el rocío del amanecer, para protegerse de los resfriados.

Y por último, el fuego, que es el elemento central del solsticio de verano. Hay la costumbre de encender hogueras en las plazas de los pueblos, en los barrios, entre los caseríos… Ya que había la creencia de que este fuego tenía el poder de purificar y de esta manera ahuyentaba a los malos espíritus. Pero claro, también hay que saltar por encima de la hoguera... Las cenizas de la hoguera se esparcen en el campo para bendecir y protegerlo de las plagas.

Por si acaso,  según las creencias durante la noche del solsticio de verano al lado de una fuente hay que dejar una cajita abierta. Por la noche entrarán en la cajita los “galtzagorris” (duende),  para que nos ayuden a lo largo del año. Ya sabéis..