Los dormitorios de Igartubeiti

Antes de la ampliación del siglo XVII, desde la cocina se accedía a la única habitación de que disponía el caserío del siglo XVI. Una estancia rectangular de apenas 30 m2 en la que necesariamente convivían durante la noche todos los miembros y generaciones del grupo familiar. Las camas, con armazón de madera y jergones de paja eran siempre compartidas, tanto entre los adultos como, sobre todo, entre los niños y adolescentes de la casa, que dormían apretados en un solo lecho. 

En el siglo del maíz, a principios del siglo XVII, con la ampliación del caserío, la familia notó el cambio sobre todo en el área nocturna de la vivienda. Toda la nueva crujía oriental se destinó exclusivamente a dormitorios, de manera que la antigua habitación colectiva quedó relegada a zona de tránsito, despensa y telar, y en contrapartida la familia se repartió en tres nuevas estancias independientes. Las nuevas habitaciones se cerraban al exterior con sólidos muros de piedra, tenían tabicajes internos de mampostería o ladrillo a panderete, suelos de tarima y disponían cada una de su propia ventana orientada a la salida del sol, a través de la cual podían airearse una vez al día. En términos de confort, higiene y privacidad, la transformación fue radical. 

De las tres habitaciones la delantera recibió un tratamiento especial. Por ser la más próxima al fuego de la cocina resultaba la más cálida y por ese motivo sería la de uso preferente de los ancianos de la familia. Es el único dormitorio con sus cuatro paredes de piedra, incluso el medianil que la separa de la cocina se alzó en mampostería. Lo que singulariza a este dormitorio es que además de su puerta interior de comunicación con la cocina, dispone de un acceso independiente desde el soportal. No se trata de un caso único entre los caseríos vascos y al parecer sus uso histórico estaba vinculado con la tradición de ofrecer alojamiento a los transeuntes (artesanos ambulantes, pastores, peregrinos, buhoneros...) a quienes se permitía dormir no sólo en el pajar, sino en alguna de las habitaciones, aunque manteniéndoles separados de las propiedades valiosas de la familia, de las jóvenes doncellas o de zonas de la casa, como el hogar, donde pudiesen causar algún daño, y facilitándoles una salida directa a la calle. 

Dormitorio de Igartubeiti

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Oculto por una cama y escondido bajo las tablas del suelo existe un hoyo en el que hay dos arcas de madera destinadas a guardar algunas de las propiedades más valiosas de la casa. Las camas altas tienen dosel de tela de lino, con cielo superior y colgaduras laterales para preservar el calor y la intimidad de sus ocupantes. 

La siguiente habitación dispone de una cama grande con dosel y colgaduras y con su colchón y ropa de cama y de vestir, así como una silla. El uso de las camas, incluso el de las camas bajas más pequeñas, era siempre compartido por varios de los miembros de la familia, ya fuese por el matrimonio de abuelos -attajauna eta amandrea- o por varios de los hijos de la casa. Aunque en el caserío hay sólo seis camas, ha habido momentos de su historia en los que convivían hasta catorce personas en este espacio. Las colgaduras de las camas tenían la triple función de mantener el calor de quienes dormían en ellas, preservar su intimidad y protegerles de la caída de polo o suciedad del techo, a través de las tablas del suelo del desván. Se sostienen por cuatro pilares esquineros lisos, que a fines del siglo XVII empezaron a abalaustrarse. 

La tercera y última habitación posee dos camas bajas con sus jergones, colchones y ropa, así como una arquilla. Las arcas de distinto tamaño y calidad, destinadas de manera preferente a guardar ropa constituían el mueble más abundante de los caseríos del siglo XVII, así como una pieza fundamental en la dote de los hijos que debían abandonar el hogar. En un caserío de nivel medio podían acumularse hasta una decena de estos grandes contenedores. 

Igartubeiti,arca del dormitorio

 

 

 

 

 

 

 

Arca con panel central abultado y patas con decoración geométrica a bisel, del siglo XVII.