Cepo para zorros

En Igartubeiti tenés la oportunidad de conocer cómo era la caza en los caseríos gracias a este cepo para zorros.

Zepoa musealiak

 

PRESENTACIÓN DE LA PIEZA

La pieza que veis se trata de un cepo del siglo XX procedente del caserío Larratz, en el barrio donostiarra de Landarbaso. Llegó a Gordailua mediante compra, concretamente en la realizada al etnólogo donostiarra Josu Tellabide.

Se trata de un cepo para atrapar zorros o gatos monteses y su funcionamiento es bastante sencillo. Consta de una boca y una cola de hierro; cuando el animal toca la chapa circular móvil situada en el centro de la boca, ese movimiento activa dos mandíbulas dentadas en forma de semicírculo, atrapando al animal. El ejemplar expuesto en Igartubeiti es un ejemplo de los cepos que, hasta el siglo XX, se utilizaban en muchos pueblos más como defensa que como herramienta de caza.

 

La caza en el caserío: técnicas defensivas y alimañeros

En el pasado, entre las gentes del caserío y especialmente entre los pastores, la caza no se percibía como una actividad económica o productiva, sino como una forma de proteger al ganado que vivía en el caserío, un remedio defensivo. Estos animales, sobre todo ovejas y gallinas, solían estar amenazados por lobos, zorros u otros depredadores. Por ello, encontrar modos de protegerlos era imprescindible para los baserritarras.

Cuando los caseros o pastores no eran capaces por sí solos de capturar a aquellos animales que acechaban sus haciendas, pedían ayuda al denominado alimañero. Este cazador especializado en la captura de alimañas se contrataba en momentos concretos, de forma temporal y mediante encargo o pago. Su cometido consistía en atrapar todas las fieras dañinas que merodeaban por el pueblo y sus alrededores, las cuales resultaban perjudiciales para agricultores, caseros y ganaderos. Permanecía en el lugar el tiempo necesario, hasta acabar con los depredadores. En algunos casos era el ayuntamiento quien contrataba al alimañero y, en otros, los pastores se unían y le pagaban entre todos, en dinero o en especie.

 

CEPOS PARA ZORROS

Hasta que la compra de armas de fuego se generalizó y se volvió más accesible, los métodos más comunes para atrapar zorros fueron el uso de trampas, el empleo del veneno y la organización de batidas.

Las trampas debían limpiarse cuidadosamente antes de colocarlas, pues los zorros tienen un olfato muy fino y pueden detectar los cepos, tanto si estaban a la vista como enterrados. Los cazadores usaban una mezcla de agua y ceniza para eliminar olores de hierro, óxido, olor a humano o rastros de zorros atrapados previamente.

Normalmente, el cepo se colocaba en la entrada de la madriguera. Se hacía un hoyo en el suelo y en él se colocaba el cepo, cubriéndolo después con musgo y tierra para que quedara bien camuflado. Se estrechaba la salida para obligar al zorro a pasar sobre la trampa. El objetivo era cerrar al máximo el paso para que el zorro pisara la trampa; si la salida quedaba demasiado abierta, el animal podía saltar por encima del cepo.
Algunos cazadores preferían cazar al aire libre, atrayendo la atención del zorro con trozos de otros animales sobre el cepo. Una vez atrapado, era importante retirar la trampa con cuidado, ya que si la piel o el pelaje estaban muy dañados se pagaba menos al alimañero. Los zorros se destinaban a la venta, aprovechando su carne, su piel o sus colas para otros productos.

 Fuente: Gordailua. 

 

CONCLUSIONES FINALES

Hasta que en las últimas décadas la caza se ha ido convirtiendo en una actividad principalmente lúdica, ésta estuvo muy presente en el día a día de muchos caseríos, barrios y pueblos del País Vasco. Además de servir de alimento, el objetivo era eliminar o controlar especies consideradas peligrosas para el ser humano (lobos, zorros, garduñas, comadrejas, gatos monteses, roedores, etc.). No se trataba de una actividad de ocio, como ocurre con muchos de los cazadores, sino de una respuesta a un problema que afectaba a toda la población.

El uso sistematizado de diferentes técnicas para la caza y captura del zorro muestra la clara percepción que los agricultores y ganaderos tenían en torno a este tipo de animales: eran vistos como especies dañinas y, por tanto, su control se consideraba necesario.

Con el tiempo y especialmente en las últimas décadas, la consideración hacia este tipo de animales ha cambiado. La paulatina desaparición de muchos depredadores y su importancia para la biodiversidad han propiciado, entre otros factores, un cambio de mirada hacia esta problemática y el desarrollo de una conciencia medioambiental que lucha por su salvaguarda.

 

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